La ciudad fantasma
¡Ya estábamos en Potsdam! Entonces pensé que nos quedaba un poco menos para salir del país. Según mis apuntes nos quedaba ir a Dusseldorf y ya está.
Lo cierto es que al entrar un poco más a la ciudad nos dimos cuenta que había un silencio fuera de lo común que se adueñaba de Potsdam. Empecé a tener la sospecha que los infectados tenían algo que ver.
Susan no pudo aguantar sus pensamientos y nos soltó:
-¡No se ve ni un solo coche, es como si no hubiera nadie! ¿¡Papá, de verdad piensas continuar con este viaje?!-.
En parte tenía razón, pero no podía admitir que yo pensaba lo mismo que ella.
Con decisión contesté:
– Hijos tenemos que seguir con este viaje, es nuestra única opción de sobrevivir-.
Susan y Paul se miraron durante un momento y me contestaron:
– De acuerdo, haremos lo que tú digas-.
No me sonó la respuesta más convincente del mundo, pero también me valía.
Para averiguar si estábamos de verdad solos, se me ocurrió una brillante idea. Les dije a mis hijos que me siguieran y en menos de quince minutos estábamos en el bar más famoso de la ciudad.
Para confirmar mis sospechas al llegar las puertas estaban cerradas y lucían un aspecto muy descuidado. Paul corrió y dio una patada a la puerta, abriéndola de par en par. Sin dudarlo indiqué a mis hijos que no se separaran de mí.
Con una pistola inspeccioné el local y a juzgar por lo visto, hace días que no habían abierto el bar. Casi nos íbamos a ir, pero me dí cuenta de que se me había olvido revisar los baños.
Les hice una seña a Paul y a Susan para que no me sigan y con todo mi coraje bajé las escaleras rumbo a los servicios. Con mucho cuidado empecé a bajar para no hacer ningún ruido, pero un sonido proveniente del baño de chicos me puso los pelos de punta…