Tras estar unas horas inconsciente me desperté. Estaba atado en una silla, en lo que parecía ser una oficina. No me había dado cuenta de que tenía compañía, hasta que apareció el mismo hombre que me había dejado inconciente.
Despacio se me acercó y me dijo:
– Te voy a hacer unas preguntas y más te vale no mentirme-. Me dijo serio a la vez que sacaba un cuchillo de su bolsillo.
-De…acuerdo-.
-¿Qué hacías en la ciudad, si la mayoría de las personas han huido?-.
-Es que…estaba yendo hacia…-.
-¿¡Hacia dónde!?-. Me dijo algo furioso.
-Hacia…Lyon-. Mentí rápidamente.
-¡Mientes!-.
Sin esperarlo noté como el cuchillo se clavaba en mi pierna y como algo caliente descendía de ella. El hombre me miro fijamente y me dijo:
-¿Qué te dije de que no me mintieras? Sé que estás de camino a Paris para encontrar a un científico-. Me dijo con seguridad a la vez que me enseñaba el papel que había cogido en la casa de la alcaldesa.
¡Claro, al haber estado inconciente me había cogido todo lo que tenía! Al ver mi cara de sorpresa, me preguntó:
-¿No habrás tenido algo que ver con la muerte de la alcaldesa?-.
-La…maté yo-.
-Bueno amigo, yo me llevo tu papel del científico. A por cierto tengo una sorpresa en la otra habitación-. Me dijo esbozando una sonrisa.
Lentamente se acercó a la puerta que tenía al frente de mí y al abrirla, se fue corriendo. No entendía que escapaba, hasta que vi a un infectado que se le caía la carne, aproximándose hacia mí.
Tembloroso observaba como la criatura se aproximaba, pero no podía escapar. Hasta que me dí cuenta de que la silla tenía ruedas y la oficina tenía grandes ventanales.
Lo que iba a hacer me podía costar la vida, pero tenía que intentarlo. Decidido cogí carrerilla y me estampé con los ventanales haciéndolos añicos. Al segundo, noté como se me había clavado algún cristal en el cuerpo, al mismo tiempo que caía a gran velocidad.
Pensaba que todo se había acabado, pero por suerte caí en un río. Por un momento pensé que me había salvado pero, recordé que estaba atado y empecé a ahogarme.
Empecé a perder la visión y al cabo de unos segundos todo se volvió negro. Ya se acabó, pensé; pero mis ojos se abrieron y escuché una voz:
-¿¡Estás bien, estás bien?!-.
Miré un poco alrededor y me dí cuenta que estaba en la orilla del río con un desconocido.
-¿Quién eres?-.
-Soy Patrick Dawson-. Respondió.
-¿Cómo me has encontrado?-.
-Estaba pasando por aquí y vi como te ahogabas-.
-Gracias por salvarme-.
-De nada. A por cierto ahora tengo que ir a París, no sé si me querrás acompañar-.
-A sí, yo también iba a ir a París-.
-Si lo que pasa es que tengo que ver…a un científico-.
La respuesta me dejó bastante sorprendido. No creo que él vaya a buscar al mismo científico que yo. Pero no sé por que algo me decía que, de ser el mismo científico, el tenía otras intenciones.
– Ah…pues te acompaño-. Respondí al instante.
No sé si Patrick era de fiar, pero algo lo tenía claro; me iba facilitar mucho la misión.