La ciudad caníbal
Tras mi respuesta, Patrick me dijo que le siguiera. Tras unos minutos, llegamos a un tren de mercancías. Patrick se acercó a un hombre que estaba sentado en un vagón y lo saludó con entusiasmo:
-¡Hola Kevin!-.
-Hola Patrick, veo que tienes un acompañante ¿no?-.
Sin muchas ganas saludé.
-Bueno Patrick, supongo que quieres ir a parís. El último vagón está desocupado-.
-Gracias Kevin-.
Patrick me hizo una seña para que lo siguiera y en poco tiempo, ya nos estábamos instalándonos en el vagón. Las paredes del vagón estaban algo descuidadas, algo normal en un tren de mercancías.
Como ya era de noche, Patrick me dio un par de mantas y acto seguido empezó a dormir. Inteligentemente yo me hice el dormido y al cabo de dos horas Patrick empezó a roncar.
Con cuidado me zafé de las mantas y cogí la mochila de Patrick. Lo que más me llamó la atención, era un celular (móvil) que estaba parpadeando. Al observarlo más detenidamente me dí cuenta de que había recibido un mensaje.
El mensaje decía lo siguiente:
Hola Pat, espero que al ir a París obtengas la cura. Si la tuviéramos ganaríamos mucho dinero.
El mensaje me hizo pensar si Patrick tenía algo que ver con el hombre que me torturó. De pronto alguien tocó la puerta y tan rápido como pude me cubrí con las mantas y me hice el dormido.
Empecé a sudar de los nervios que tenía y traté de escuchar todo lo que pasaba. Tras unos ruidos la voz de Patrick emergió entre la oscuridad:
-¿Kevin, que haces aquí a estas horas?-.
-Creo que tu acompañante va a París por lo mismo que tú-.
-¿¡Qué dices, como iba a saber lo del científico?!-.
-Es que al ver la noticia de la muerte de la alcaldesa, han capturado la foto del asesino. Es igual al hombre que está en esta habitación. ¿No te parece sospechoso que Joel, torturó a un hombre para obtener la ubicación del científico y, poco tiempo después, encontraste a este hombre?-.
La cosa iba muy mal. Kevin sabía a donde iba y no me podía arriesgar a que me maten. Con sigilo levanté la cabeza y vi que los dos estaban de espaldas a mí. Sin pensarlo, saqué mi pistola y disparé a ambos.
Por un momento me sentí aliviado al darme cuenta de que estaba a salvo. Sin embargo varios pasos confirmaron mi mayor temor: no estaba solo.
Continuará…