La biblioteca
Tras un breve momento de descanso, me puse de pie; me dolían mucho las piernas. Al levantarme el pantalón vi que tenía heridas por toda la pierna, pero aun así tenía que seguir con la misión.
Tenía que buscar la contraseña que estaba entre los libros de la biblioteca. La pregunta era: ¿en qué libro? De pronto me acordé de que en la casa de la alcaldesa cogí un papel del científico, pero para mi desgracia recordé que el ladrón me la había cogido.
Tenía que haber alguna pista, no creía que el científico me había dejado sin ninguna ayuda. Me dí cuenta de que la mesa que tenía al lado tenía unos cajones, sin pensarlo los abrí. Al abrir el tercer cajón, encontré algo que esperaba; otra hoja del paradero del científico, igual a la de la casa de la alcaldesa.
Con cuidado puse la hoja en la mesa y me senté con tranquilidad a observarla. Al cabo de un rato me empecé a impacientar y saqué de mi mochila una botella de agua. Sin querer al beberla se me cayó un poco.
¡Mierda!, el agua se empezó a extenderse por la hoja, borrando lo que estaba escrito. Para mi sorpresa, apareció algo escrito en letras verdes. Sin poder contener la alegría, la leí rápidamente. Esta decía: “Música antigua.Vol.4”.
La contraseña la tenía que tener ese libro. Sin querer dí un golpe a la mesa, de la alegría y un pequeño jarrón que estaba en el extremo de la mesa, se cayó; haciéndose añicos.
Para mi sorpresa las luces se fueron. ¡No puede ser!, pensé yo. NO sé porque, pero tuve la sensación de que el apagón tenía que haber sido provocado. La respuesta de quién lo había provocado era fácil: los infectados.
De cuclillas me acerqué al umbral de la puerta. Sabía que tenía que asegurarme de que no haya nadie. Con cuidado puse la oreja en la pared y para confirmar mis sospechas, escuché como alguien estaba caminando al otro lado de la pared.
De repente la puerta se empezó a abrir y al instante, me escondí detrás de esta. Con cuidado observé como un infectado empezaba a dirigirse hacia la mesa. Sigilosamente, saqué mi navaja y sin que me viera, se la clavé al cuello, matándolo en el acto.
Lo había hecho bien, no había hecho ningún ruido. Era el momento de salir, por que si esperaba en la habitación, me terminarían pillando. Con cuidado salí al pasillo y noté como varias pisadas se aproximaban.
Sin pensarlo abrí la puerta que tenía delante de mí y me dí cuenta de que se trataba de la biblioteca. Era enorme, no se como iba a conseguir la contraseña sin ser visto por los infectados. Para mi desgracia divisé a lo lejos a tres infectados, esto no había hecho nada más que empezar.