Capítulo 12-Serie Steve Watson

Falta poco para el destino

Tengo que admitir que Carcasona era realmente impresionante. Era una ciudad rodeada de murallas; de las más bonitas de la época medieval. Por seguridad bajé del vehículo, unos cien metros antes de llegar a la entrada.

Me puse la capucha, para evitar que alguien me reconozca y al cabo de unos minutos, estaba en la entrada de esta magnífica ciudad. De pronto escuché un ruido e instintivamente, me escondí detrás de un contenedor cercano.

Con cautela, asomé un poco la cabeza para ver que pasaba. Para mi sorpresa, vi como un carro (coche) de lujo se estacionaba, muy cerca de donde estaba. De este, salieron dos hombres elegantemente vestidos.

Uno era bastante alto, musculoso y calvo, y el otro era alto y llevaba una gorra. Me fijé que estaban armados, para mi desgracia era imposible enfrentarme a ellos cara a cara.

De pronto el hombre calvo le hizo una seña a su compinche, para que le preste atención; y le dijo:
-¿Tú sabes lo de Steve Watson?-.
Su compinche, extrañado respondió:
-¿No será un empleado de mi aerolínea?-.
-Por supuesto que no. Según las noticias, sabe como curar la enfermedad que hemos creado-.
-¿Chris, de verdad crees en lo que dicen las noticias? No dice más que tonterías-,
-Que yo sepa, el nunca ha estado aquí; para robar una muestra de la enfermedad. Aun así, les pondré en aviso a los de seguridad-.

Por lo visto, esos hombres eran miembros de la organización secreta de la que tanto decía Johan Crown. Me aseguré de que los hombres de hubieran ido, y llamé al científico:
-Hola genio, ya estoy en Carcasona-.
-Bien, según me he informado, el virus viene casi seguramente de una gran mansión; que se consideraba abandona-.
-¿Y dónde se supone que está?-.
-Está al final de la calle principal-.
-Gracias, voy para allá-.

Bien, la verdad es que estaba nervioso. Sabía que para mi bien o para mi mal, todo se iba a resolver en las próximas horas. Tenía que seguir andando por la calle principal, pero tenía el presentimiento de que iba a estar vigilada.

Me dí cuenta de que había una calle paralela, al que estaba yo. Pensé, que no debía de estar tan vigilada; así que me dirigí a esta. Por seguridad, puse en la pistola del científico un poco de cura de grado uno; por si se me aparecían los infectados.

Sin el más mínimo aviso, las farolas de la calle se encendieron; al mismo tiempo que escuché varios disparos detrás de mí, ¡era una trampa!

Continuará…

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