Por un momento me quedé pensando si lo que veía era cierto, o era producto de mi imaginación. No me podía creer que debajo de mí, estuviera el ansiado virus.
Al minuto empecé a asimilar que era cierto, y sin perder tiempo presté atención a lo que hablaban alrededor de la mesa. Una mujer empezó a decir:
-Perdone la interrupción señor Cooper, no sería mejor que ya cancelemos el falso colapso económico. Al fin y al cabo, con el virus disperso por las ciudades; podemos hacer lo que queramos-.
Así que definitivamente estos tipos tenían que ver con el colapso económico.
Un hombre que llevaba puesto un traje negro, le contestó:
-Gracias por tu idea Mery, pero mientras más problemas haya en las ciudades; será más difícil que nos descubran-.
-Vamos a ver señor Cooper, un día todas las personas se darán cuenta de que esto es una farsa-.
Sin previo aviso, el señor Cooper sacó una pistola de su bolsillo y le disparó a Mery, matándola delante del resto de personas.
Con aire de superioridad dijo:
-¿Alguien tiene algo que objetar?-.
-No, no…-. Dijeron el resto de personas apresuradamente.
-Bueno, tras pensarlo durante días, considero que será bueno verter este virus en diversos continentes. Lograremos distraer a la población mundial; y… ¡nos podremos hacer con todo el dinero del mundo!-.
Tenía que detener a esos dementes, no podía dejar que lleven a cabo sus planes.
Acto seguido dijo:
-¡Ahora mismo vamos a verter el virus en aguas vírgenes!-.
-Señor Cooper, ¿cómo lo piensa hacer?-.
-Nos vamos a dirigir a México, allí hay grandes extinciones de agua; y eso es solo el principio. ¡Cojan sus maletas, que vamos a viajar en barco!-.
Las cosas no podían estar peor. Me tenía que infiltrarme en ese barco, era la única forma de detener a esos dementes. Con todas mis fuerzas seguí reptando por el conducto, hasta que vi otra rejilla.
Al observar la habitación que tenía debajo, me dí cuenta de que no había nadie. Con cuidado, abrí la rejilla y me tiré al suelo. Por suerte, no me había hecho mucho daño en la caída.
La habitación tenía unos contenedores muy grandes, estaba seguro que contenían provisiones. De pronto, algo me sacó de mis pensamientos; ¡se escuchaban voces!
Para mi desgracia, cada vez las voces se escuchaban más cerca. Tenía que esconderme en alguna parte. ¡Lo tengo! El único lugar en el que me podía esconder era los contenedores.
Rápidamente abrí la el contenedor y me metí dentro. Todo el contenedor estaba lleno de sacos de arroz. Antes de que me encuentren, me aseguré de cerrar el contenedor, para evitar que me descubran.
Al poco tiempo noté como las voces ya estaban muy cerca, seguramente estaban en la misma habitación. Las personas se quedaron hablando un momento, hasta que noté que el contenedor se empezaba a mover. En unas horas iba a estar en un barco lleno de psicópatas y, con una gran presión: encontrar el virus.