Navegando con muertos
Por lo menos, ya había pasado una hora desde que me metí en el contenedor. Por muy increíble que pareciese, este no paraba de moverse. Entre ruido y más ruido, algo me sacó de mis pensamientos; alguien empezó a hablar:
-¡Señor Cooper, dejo la carga!-.
-Me parece buena idea-.
De pronto, noté como el contenedor dejo de moverse, ¡tenía que estar en el barco!
Bien…, tenía que hacerme con una muestra del virus, cuesto lo que cueste. Ya había arriesgado mi vida tantas veces, que robar un virus protegido por unos locos; me resultaba indiferente.
Con cuidado, empecé a salir del contenedor, poco a poco; asegurándome de que no hubiese nadie. Ahora ya no me podía permitir el lujo de ser descubierto.
Noté que mis piernas estaban algo temblorosas al pisar la estancia del barco, pase lo que pase; lo tenía que hacer. Con un poco más de tranquilidad, empecé a observar la habitación y descubrí que había alguien que estaba sentado.
No es que hubiera mucha luz, pero supuse que estaba de espaldas a mí. Rápidamente, cogí la navaja y sin hacer mucho ruido, me fui acercando, hasta clavársela en el cuello.
Algo que había aprendido en esta larga odisea, era inspeccionar los cadáveres. Nunca sabías si tu víctima tenía algo que te podía servir en su chaqueta.
Con cuidado, le quité la chaqueta, y la inspeccioné un poco. Al principio, no encontré nada; hasta que de un bolsillo calló al suelo, algo que se parecía a un plano.
Al cogerlo, vi que se trataba de un plano del barco. Este, estaba muy bien representado. Todas las habitaciones tenían un nombre; hasta que un punto rojo, me llamó la atención.
Acerqué la cabeza al mapa, y vi que este ponía “señor Cooper”. Al menos ya sabía hacia donde tenía que dirigirme. Antes de marcharme de la habitación, guardé el plano en mi bolsillo y cogí una pequeña pistola, que estaba tirada por el suelo.
Cuando salí de la habitación, me dí cuenta por un cartel, de que estaba en la proa. Según el plano, justo delante de mí tenía dos puertas. Tras unos minutos, me dí cuenta de que el plano estaba en lo cierto; pero en realidad no estaban tan cercas.
Tras revisar el plano, me dí cuenta de que las dos puertas llevaban al mismo sitio; por lo que instintivamente cogí la de la derecha. Con calma, abrí la puerta y observé que estaba en un pasillo muy largo.
Sobre todo, tenía que mantenerme calmado, pero el hecho de que hubiese muchas puertas no me ayudaba. Al principio tenía suerte, por que no escuchaba ni un solo ruido, pero como era de esperar empecé a oír pasos.
Sin pensarlo, abrí la puerta que más cerca tenía; al parecer acababa de entrar en un comedor. Desesperado empecé a mirar algún sitio para esconderme. Tardé un minuto en darme cuenta de que la mejor manera de esconderse, era debajo de los manteles de las mesas.
Las voces empezaron a esfumarse, pero, para mi sorpresa; noté como la puerta se empezaba a abrir. Con cuidado, levanté el mantel y pude ver, cómo el señor Cooper se sentaba en la mesa que tenía al lado.
Continuará…