El dolor que sentía era bastante fuerte, pero seguí con mi carrera hacia mi objetivo. Volví a escuchar los disparos, pero esta vez no me dieron. Antes de que los volviese a oírlos, crucé la tan ansiada puerta, y la cerré con todas mis fuerzas.
Por se acaso, moví una estantería a la puerta, para que no fuese tan fácil de abrir. Sabía que no los podía detener para siempre, así que, empecé a caminar a lo largo de un pasillo.
Sin detenerme, saqué el plano del barco y comprobé que la habitación del señor Cooper no estaba excesivamente lejos, de donde me encontraba. Por un momento, empecé a pensar, que tenía la oportunidad de encontrármelo cara a cara.
Tan absortó estaba en mis pensamientos que, por un momento, me olvidé de que me estaban persiguiendo. Para mi desgracia unas pisadas me devolvieron a mi cruel realidad.
Sin mucho tiempo para reaccionar, me escondí detrás de una columna que tenía bastante cerca. Nervioso, me puse a esperar a mi victima; pero algo curioso pasaba.
Con bastante claridad, escuchaba los pasos, pero no sabía de donde venían. Empecé ponerme muy tenso, pero a los pocos segundos, note algo que tenía detrás de mi cabeza.
Empecé a ponerme pálido, estaba convencido de que lo que tenía detrás de mí, no era nada bueno. Con mucha valentía, giré velozmente; pero para mi desgracia lo primero que vi, fue un puño acercándose a mi cara.
Sin tiempo a reaccionar, recibí todo el impacto en la cara. El golpe fue tan duro, que no supe que había pasado. Al cabo de un minuto, pude ver con claridad, a mi enemigo.
Se trataba de un vigilante, que al parecer, era bastante fuerte. Al darse cuenta de que ya no estaba inconsciente, me dijo:
-¿Ya no te vas a escabullir más?-. Me preguntó, con un tono burlón.
-Creo que no-.
Rápidamente saqué de mi bolsillo la navaja y se la clavé en la pierna.
El vigilante chilló:
-¿¡Pero que me has hecho desgraciado?!-.
Para mi sorpresa, el vigilante ni se tambaleó, y me volvió a dar un puñetazo. No tenía un espejo en ese momento, pero empecé a pensar que me había roto algún hueso de la cara.
Traté de evitar caer al suelo, pero eso era muy difícil. El dolor que tenía era algo descomunal. Pero algo me devolvió la esperanza. Vi con claridad, como, el vigilante estaba también en el suelo.
Pese a los múltiples dolores que tenía en ese momento, saqué mi pistola y le disparé a la cabeza. ¡Por fin me había librado del vigilante de una vez por todas!
Ahora, ya me podía centrar, exclusivamente, en el señor Cooper. Me traté de poner de pie, pero noté que tenía muy mal la pierna derecha. Además, tenía unas heridas importantes en los brazos.
Empecé a caminar por el pasillo del barco, como podía. Lo peor que me podía pasar era encontrarme a más vigilantes; pero algo me llamó la atención. Justo a la derecha de donde estaba, había una habitación que no estaba del todo cerrada.
Pensé unos segundos si era bueno entrar, pero fui realista, y comprendí que era el único modo de seguir con vida. La habitación era pequeña, y para mi suerte; había una pareja de esposos que estaban durmiendo.
Seguro que pertenecían a la misma organización que el señor Cooper. Sin pena alguna, cogí unas almohadas; y los ahogué. Noté como empezaron a gimotear, pero al cabo de unos minutos, sucumbieron.
Rápidamente, cerré con pestillo la habitación; y me dirigí al baño. Al verme en el espejo, tuve que hacer un esfuerzo para no gritar. Tenía la cara, llena de heridas.
Con paciencia cogí una especie de botiquín; y me curé como pude. Me puse algo de alcohol en las heridas; y con mucho cuidado, me extraje la bala del brazo. Pese a esto, todo el cuerpo me dolía, así que cogí unas mantas y me dormí en el suelo; sabiendo que el señor Cooper había logrado escapar de mí, de nuevo.