Capítulo 17,parte 1- Serie Steve Watson

Con la miel en los labios

Sin previo aviso, noté un calor en la cara. Sin poder evitarlo, abrí mis ojos y me dí cuenta de que el calor que había sentido, no era más que unos rayos de sol que pasaban a través de la ventana de la habitación.

Poco a poco, me desperecé. Me puse en pie y me toqué las heridas. Estas, para mi desgracia, me seguían doliendo bastante, en especial la del brazo. Me arrepentí bastante de haber pasado la noche en la habitación, pero con la pierna mal no podía perseguir al señor Cooper.

Sin perder más tiempo, cogí la mochila del suelo y me la puse en la espalda. Me aseguré de recargar la pistola y me dirigí con decisión, a la puerta del cuarto.

Empecé a abrir la puerta con cuidado, pero de pronto, el barco se paró en seco, cayéndome al suelo. Con bastante claridad, los altavoces del barco emitieron el siguiente mensaje:
-Por favor queridos pasajeros, les rogamos que desembarquen lo más rápido posible. Una vez que hayan desembarcado nos encargaremos del infiltrado-.

¡Se estaba escapando otra vez de mí! Sin perder ni un segundo más, abrí de golpe la puerta de la habitación y salí corriendo por el pasillo. Para mi suerte, todos los pasajeros, estaban por los pasillos del barco con sus equipajes. Eso me iba a ayudar a no llamar mucho la atención.

Como loco, seguí con mi carrera hasta llegar a la popa; sin duda era el lugar menos vigilado de la embarcación. Para confirmar mis sospechas, nadie me interceptó hasta mi objetivo.

Desde la popa, divisé como el señor Cooper ya había bajado del barco. Sin pensarlo, me tiré al agua y nadé con todas mis fuerzas hacia el puerto. Tras unos minutos, llegué a lo que parecía una pequeña pasarela de madera.

Con todas mis fuerzas, salí del agua y vi un letrero que tenía muy cerca; ¡estaba en Oporto! Pese a que no estaba muy cerca de donde había parado el barco, pude divisar a lo lejos al señor Cooper.

Como un loco, empecé a correr por todo el puerto hasta estar bastante cerca de mi objetivo. Iba a seguir corriendo, pero observé que el señor Cooper y otros siete hombres más, se habían quedado hablando con un señor que yo desconocía por completo.

Con cuidado, me puse detrás de un vehículo, bastante cerca de donde estaban, para poder escuchar de que hablaban. Con mucha atención, escuché:
-Ahora que nos hemos librado del infiltrado de una vez por todas, vamos a coger el avión a México. Aunque haya sobrevivido no creo que nos encuentre-.
– Disculpe señor Cooper, ¿me puede decir como vamos a meter un virus así, en el avión sin que se den cuenta?-.
-No te preocupes John, tengo mis contactos-.

Después de esta interesante charla, vinieron unos taxis y los recogieron rumbo al aeropuerto. Empecé a pensar que definitivamente se me iban a escapar, pero, había hecho una promesa con el científico, y la tenía que cumplir.

Continuará…

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