Todo ocurrió una fatídica noche del 31 de octubre. Era Halloween. Como de costumbre, había decidido juntarme con unos amigos para salir un rato a la calle. Nos pusimos de acuerdo en reunirnos en el departamento de Steve.
Todos nos disfrazamos, de peor o mejor manera, pero a las 9 de la noche todos estábamos delante de la puerta de donde vivía nuestro querido amigo Steve. Tardó en abrirnos, y aunque nos recibió con una sonrisa, tuve la sensación de que estaba nervioso, muy nervioso diría yo.
Nos indicó que nos sentáramos en unos sillones, le hicimos caso. Él dijo que se iba a buscar algo en su habitación, y que volvería en el acto. Mientras tanto nos pusimos a hablar de lo que pensábamos hacer; que si ir a la discoteca, que si ir al bar, que si salir un rato a la calle y asustar a unos cuantos niños.
Todos teníamos 19 años, no hace tanto tiempo salíamos a pedir caramelos, y no hacerlo… se nos hacía extraño. El año pasado decidimos ir a bailar un rato, pero acabamos llevando a Josh en hombros. Fue una mala idea.
Y por fin, volvió Steve de su habitación. Traía un papel en la mano, y su cara mostraba todo el nerviosismo que yo le había notado hace unos minutos. Resopló y nos dijo:
-Se me ha ocurrido la mejor idea para celebrar este Halloween. Ya somos mayores, no podemos ir por ahí pidiendo caramelos, o ir a bailar… ya que alguno toma más de la cuenta. Este año, creo que es el ideal para hacer algo muy interesante que he visto en internet: ir a otra dimensión-.
Nos quedamos callados, por un momento se produjo un silencio incómodo. Hasta que alguien se empezó a reír. Dan exclamó:
- Con perdón Steve, ¿qué te has fumado?-.
Steve, se puso aún más nervioso con la reacción nuestra. Empezó a sudar repentinamente. Como por arte de magia, ocurrió algo inesperado. Algo golpeó una ventana. Nos dimos la vuelta, y observamos una silueta negra.
Todos gritamos, sin embargo Steve se quedó callado. «¡Me voy de tu casa!» «¿¡Qué demonios has hecho Steve?!» Fue lo que se escuchó en esos instantes. Sólo quedamos tres personas: Josh, Steve y yo.
Steve nos miró, y empezó a hablar al mismo tiempo que una lágrima le caía del ojo izquierdo:
- Lo siento chicos, esta no era mi intención. ¡Sólo seguí unos consejos de un ritual de internet! «Será falso», pensé yo. Pero ha sido todo lo contrario. La única opción de estar a salvo es ir al ascensor-.
Josh y yo salimos corriendo tras Steve, teníamos que llegar al ascensor. Steve nos esperaba con la puerta abierta. Entramos lo más rápido que pudimos, y cerramos la puerta en pocos segundos.
Steve se puso al mando del panel del ascensor, y empezó a llevarnos de piso en piso. Estaba muy concentrado en lo que ponía el papel que tenía en la mano. «4, 2, 6, 2, 10, 5 y 10» fueron los números que marcó.
Tardamos unos minutos, pero repentinamente el ascensor se abrió de par en par en un sitio que no conocía. Era como el edificio de Steve, pero tenía algo particular, algo que no supe apreciar de primeras.
Observé detenidamente el sitio , hasta que me di cuenta de algo inusual. Al fondo había una puerta de cristal, y algo le daba golpes. Josh y yo salimos corriendo a su encuentro.
Lo que observamos nos dejó de piedra… era Steve. Tenía un cartel en su mano, este ponía, ¿por qué no me abrieron? Volvimos la vista atrás, el ascensor ya no estaba. Y una sombra se aproximaba a nosotros…