¿La Atlántida?
Me quedé sin habla. No podía entender que el policía que nos había detenido, conocía a Johan. Johan se dio cuenta de esto, me puso una mano en el hombro, y empezó a reírse. Su risa es muy contagiosa y fruto de ello, al cabo de un minuto, el policía se estaba riendo de mi confusión. Sin poder evitarlo, solté:
-¿¡Alguien me puede decir qué demonios pasa aquí!?-. Johan esbozó una sonrisa. Acto seguido, se dignó a responderme:
-Todo el plan… había sido planeado también con Niko. Tenía ciertas dudas de que no lo malograses, en caso de haberlo sabido-.
-¿Y… por qué nos perseguían tus compañeros Niko?-. Pregunté con resignación.
-Los demás no lo sabían-. Respondió ásperamente.
Al cabo de media hora, Niko nos dejó en la casa de Johan. Los dos caminamos en silencio hacia la entrada. Ambos sabíamos con certeza, que íbamos a descubrir el gran misterio en las próximas horas.
Sin decir nada, nos sentamos en unas sillas de marfil alrededor de su mesa de la sala de estar. Ambos estábamos callados, así que se me ocurrió preguntarle algo trivial:
– Johan… ¿dónde están tus hijos?-.
– Creo que no es el momento mas indicado para preguntármelo, pero te diré que están en Uruaguay con mi mujer. No me fío de estos tipos Steve-.
-Venga hombre, puede que el mensaje de la hoja no sea tan importante como estamos pensando-.
-Steve, tú y yo sabemos, que me has dicho esto para rebajar la tensión. ¡Dejémonos de historias!-.
-¿Manos a la obra?- Pregunté titubeante.
-Sí, ya es el momento-.
Al instante, le entregué la misteriosa hoja del difunto Sr. Cooper. Johan la cogió rápidamente, y la puso enfrente suya. Al instante, sacó la tabla de su chaqueta, y la colocó sobre la mesa, al lado de la hoja. Para mi sorpresa, se dio la vuelta, y me dijo con extrema serenidad:
-Tráeme el libro de la Atlántida Steve. Está en la biblioteca. Ya sabes dónde encontrarlo-.
¿La Atlántida? Pensé yo con total desconcierto.
Al volver con Johan, vi que estaba comparando vehementemente los símbolos de la hoja, con los que se encontraban en la tabla. Nunca no lo había visto tan concentrado. Al sentir mis pasos, se puso de pie de un salto.
Si hay algo que recuerdo especialmente, es lo que sucedió a continuación. Johan se me quedó mirando serio, y de sus labios salió una frase muy corta:
– “Lo han vuelto a hacer”-.
En un principio no entendí nada de lo que estaba pasando. Al cabo de unos segundos, le pregunté:
-¿A qué te refieres Johan?-.
Johan agarró la hoja, y me la mostró. Cuando se aseguró de que la estaba viendo, me dijo:
-Lo han vuelto a hacer Steve. Nos hemos metido en serios problemas. Lo que pone en esta hoja, es lo siguiente: “Nos vemos en las Bahamas”. Y lo peor, es que hay un símbolo que de ser lo que estoy pensando, la cosa se va a poner aún peor. Steve, ¿tienes el libro de la Atlántida?-.
-Por supuesto-. Se lo entregué rápidamente.
Johan revisó rápidamente el libro, lo hojeó airadamente, y lo cerró de golpe. Se giró bruscamente, y gritó:
-¡Mierda Steve, es el símbolo de la Atlántida! ¡Lo sabía!-.
-¿Estás de broma, no?-.
-No Steve, me refiero a la Atlántida que todos conocemos. La isla mítica descrita por Platón. Entre las hipótesis sobre su localización, se barajan las costas de las Bahamas. El uso de símbolos bantúes es bastante irónico, teniendo en cuenta su proximidad con Cuba. Todo encaja… pero creo que esta vez no es bueno que intervengamos-.
Me quedé sin habla, no sabía cómo convencerme a mi mismo, que lo que decía Johan no tenía sentido. Todo había vuelto a empezar. Supe que las pesadillas iban a volver a mí, tras años olvidando aquellas persecuciones en barcos a altas horas de la noche.
Involuntariamente, encendí la televisión. El volumen estaba realmente alto, y eso hizo, que la noticia que viésemos nos dejara realmente estupefactos. En letras grandes, observamos el siguiente titular: “la navegación por costas cubanas ha sido prohibida”. Los dos nos miramos, y no pudimos ocultar una mirada de resignación. El juego había vuelto a empezar