Cinta 4, cara B

«Algunas chicas saben de memoria las canciones que están cantando en compañía de sus amigas. Encuentran la sincronización en sus risas. Sus codos entrelazados presentan armonía. ¿Y yo?, ¿y si no puedo tararear melodías?, ¿y si mis melodías son las que nadie escucha?».

8

Clay está sentado con la espalda recta, tiene al señor Porter delante de él. Está en su despacho. Su pequeño discurso sobre Hannah le va a salir caro.

-¿Entonces, que pasó en el pasillo Clay?-.

-No lo sé, estoy cansado supongo-. Responde titubeante.

-¿Cansado?-. Clay asiente. -¿Cansado, de qué?-.

-Solo estoy cansado-. Insiste.

-Me parece que estás enojado con esta escuela por lo de Hannah-. El señor Porter le mira serio al acabar de pronunciar estas palabras.

-¿No lo está usted?-.

-Claro, estoy enojado por otra muerte innecesaria. Estoy triste por su muerte, y por todos nosotros-.

-Entonces, ¿me vas a castigar?-. Pregunta Clay.

-¿Quieres que eso haga?-.

-¿Vienen muchos chicos aquí diciéndoles que se les castigue?-. Pregunta Clay irónico.

-¿Cuál creer que debería ser tu castigo?-.

-¿No es ese su trabajo?-. El ambiente se vuelve tenso.

-No, yo me dedico a estar al tanto de los chicos. Si están solos o…-.

-No sabe de que habla, ¡púdrase!-. Clay está realmente molesto.

-De acuerdo-. El señor Porter está sorprendido.

-Lo siento-. Se disculpa Clay.

-Estás sufriendo veo, si quieres puedes hablar conmigo-.

-Todos quieren hablar, nadie quiere hacer nada-. Le sale desde lo más profundo de su ser a Clay.

-¿Qué quieres que haga?-.

-Tengo que ir a clases-. Responde nuestro protagonista y se va del despacho.

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Clay Jensen

Cruza el pasillo principal del instituto Liberty en pocos minutos, y sale al aparcamiento. Necesita tomar el aire, se está volviendo loco por lo de Hannah. Necesita estar solo, pero se da cuenta de que alguien lo está observando desde lejos. Es Tony.

Tony está apoyado sobre su auto rojo, tiene los brazos cruzados, y no le quita la mirada. Clay también lo mira fijamente, y grita desesperado:

-¿¡Estás de broma, no!?-.

-¡Súbete al auto, tengo que mostrarte algo!-. Clay se aproxima a donde está su amigo.

-Dime Tony, ¿cómo sabes lo que sabes?, ¿cómo sabes tanto de las cintas?-. Tony se queda callado. Clay se desespera. -Dime lo que le hice a Hannah-. Tony se queda en silencio otra vez.- Nos vemos Tony, espero no volverte a ver. Nunca-.

-Clay, súbete a mi auto-. Tony entra a su vehículo, y le hace un ademán para que se suba. -Justin te quitó la bici, ¿cómo piensas volver a casa?-.

-Déjame en paz. Publica las cintas y se acabó todo esto-.

-No las publicaré, si te subes al auto y vienes conmigo-. Le insiste Tony.

-Esta bien-. Clay entra al auto de Tony con lentitud. -¿A dónde vamos?-. Pregunta.

-Ya verás-.

-¿Me secuestras?-.

-¿Cómo tú a Courtney?-. Tony se ríe.

Tras unos minutos, que a nuestro protagonista se les hacen eternos, llegan a un bosque.  Clay observa su entorno; altos árboles, hojas secas y alguna ardilla son protagonistas en ese ecosistema. Está confundido.

-¿Esto es una especie de terapia silvestre Tony?-.

-¿No eres un amante de la naturaleza?-.

-Me encanta, pero solo en libros y fotos-. Clay observa que Tony tiene una cuerda en la mano. Cada vez todo le parece más extraño. -¿Para qué es esa cuerda?  ¿Entonces. me atarás con esa cuerda, y me obligarás a escuchar el resto de las cintas?-. Pregunta sarcástico.

-No, solo vamos a dar un pequeño paseo-.

-¿Qué tan pequeño?-.

-A la cima de esa colina-. Clay levanta su cabeza, y queda sorprendido por la altura de la colina. Le calcula fácilmente unos ocho metros.

-¡De ninguna manera subo eso! ¿Qué tiene que ver Hannah con todo esto?-.

-¿No quieres descubrirlo?-. Tony le tienta.

-Tal vez esté loco, pero no tanto-. Le contesta tajante.

-Es para principiantes. La subía con mis hermanos de niño. ¡Toma esto!-. Tony le avienta unas tizas y una cuerda. Clay mira confundido lo que le acaba de dar. -Es una cuerda y unas tizas. Ponte tizas en las manos, eso te ayudará a no resbalarte-.

-¿¡Qué!?-. Clay no da crédito a lo que está ocurriendo.

-Venga Clay, ¿eres un hombre, o no?-.

-No, definitivamente no. Además, tengo miedo a las alturas-.

-Todas tus respuestas están allí arriba-. Le señala Tony.

Clay acepta subir a regañadientas . Se unta un poco de tiza en las manos, y empieza a escalar. Mientras más sube, más miedo tiene, pero sabe que la respuesta se encuentra allá arriba. Lo debe hacer.

Todo va marchando bien, hasta que una piedra pequeña le cae en la cara. El pequeño golpe lo desconcierta, y Tony se ve obligado a ayudarle. Tony está en la cima, y le tira una cuerda. En unos segundos, los dos amigos están arriba.

-¡Diablos!-. Dice Clay mientras se toca la cara.

-Estás sangrando-.

-¡Maldita sea!-. Clay se vuelve a tocar la cara, y nota la humedad de la sangre en sus dedos. -Por cierto Tony, tú me prometiste que había secretos en esta cima. Me los tienes que contar, casi me mato hasta llegar aquí-.

Clay and Tony

-No habrías muerto-.

-Nunca había pensado en eso, en morir. Hasta este año-. Su mirada se queda clavada en el infinito.

-¿Has visto algún cadáver?-. Le pregunta Tony.

-En funerales…-.

-¿En alguna escena de crimen?-.

-En CSI…-.

-No Clay, en la vida real-.

-No, ¿ tú si?-. Le pregunta intrigado nuestro protagonista.

-Sí, una vez-. Dice serio Tony.

-¿Cómo era?-.

-Tranquilo. Sin ruidos. Solo policías de aquí para allá-.

-¿Con cuantos años viste eso?-.

-Con 17-. Clay se queda pensando, son los que tiene Tony actualmente.

-¿Qué crimen fue?-.

-Un suicidio-. Clay se queda perplejo. Era Hannah.

-Estuviste allí, la viste-. Concluye.

-La vi venir a mi casa por la ventana. Dejó una caja y se fue. Pensé que no sería algo importante, no me tocó la puerta. Me dejó las cintas. Debí haber salido, haber hablado con ella. Era una chica dramática, ya sabes. Solía hablar con ella, pero ese día no me apetecía. Al cabo de media hora, abrí la caja, y había una carta. «Cuida de ellas y sabrás el cómo» decía. Me puse a escuchar la primera cinta, y llamé a los Baker. No contestaron. Cogí mi auto, y me dirigí a su casa. Una ambulancia había llegado, y policías. Ella… estaba en una bolsa. Una maldita bolsa sin asas. «¿Cómo la llevarán?», pensé. Y agarraron la bolsa, y la tiraron dentro de la ambulancia. Sin complicaciones-. Tony ya no puede seguir hablando, y Clay rompe a llorar.

Al cabo de unos minutos, Clay logra tranquilizarse.

-¿Lo saben los otros? ¿El por qué te preocupa tanto las cintas? ¿El por qué te preocupa tanto Hannah-.

-Claro que no, solo tu lo sabes. Eres mi amigo Clay-. Clay lo observa. -Bien, ahora volvamos abajo por ese camino-. Tony señala entre unos árboles que tienen cerca.

-¿¡Y por qué no hemos venido por aquí!?-.

-No hubiese sido divertido-. Dice con una sonrisa Tony. Tony se dirige al camino, y Clay le sigue.

-Demonios Tony, ¿por qué no me hablaste de esto anoche en Monets?-.

-¿Me hubieras escuchado?-.

-Sí… no, no lo creo. Ojalá hubiese sabido antes por qué te importaba tanto Hannah. Pensé que estabas enamorado de ella-.

-Clay, sabes… que soy gay, ¿verdad?-. Clay se detiene en seco.

-¿Qué? ¿Cómo iba a saberlo?-.

-Lo saben todos. Espera, ¿creías que Ryan y yo éramos solo amigos? Sí, Ryan, el chico rubio del taller de poesía-.

-Sí-.

-¿Creías que éramos solo amigos?-.

-Pues sí-. Responde escuetamente. -Entonces… el amigo con el que te veo, ¿es en realidad tu novio?-.

-Eso espero, aunque está celoso de ti. Paso mucho tiempo contigo-.

-Ya, pasamos mucho tiempo por lo de las cintas-.

Llegan por fin a dónde estaba el auto de Tony. Lo dos se suben. En el camino, Tony mira por un momento su celular, y algo le sorprende:

-Por lo que acabo de ver, tu madre ha hablado con mi padre. Debe de estar preocupada por donde te has metido-.

-Mierda-. Clay se preocupa.

-Quizás no estarías preocupado si le contases el secreto de las cintas…-. Le dice Tony.

-¡Vete a la mierda con tus secretos! Por cierto, ¿me devuelves las cintas?-.

-Sabía que me las pedirías-. Dice en tono enigmático Tony.

-¿Cómo?-.

-No has escuchado la tuya-. Se hace un silencio incómodo.

Clay vuelve a su casa de noche. Al abrir la puerta con sumo cuidado para no hacer ruido, se encuentra para su desgracia a sus padres.

-Lo siento, estuve con Tony y se nos pasó la hora-. Se trata de disculpar de alguna forma.- Me he metido en un buen lío-. Agrega.

-No te has metido en un lío, pero avísame para la próxima si te vas por ahí-. Le responde su madre. Clay asiente.

Ni bien llega a su habitación, se tumba en la cama, y se pone a oír las cintas. Su mente sigue en la cima, en la conversación con Tony.

Mientras pasan los segundos, se da cuenta de que la cinta habla del poema de Hannah, de aquel poema del que se burlaron sus compañeros. Se pone de pie en la oscuridad, y coge la revista en la que fue publicada la pequeña obra de Hannah gracias a Ryan. Se queda leyéndola mientras las lágrimas corren por sus mejillas.

Es el día siguiente, Clay se encuentra en la tienda de los padres de Hannah. Se acerca al mostrador, y le entrega la revista a la madre de su antigua compañera. Le señala lo que escribió Hannah, y se va rápidamente de la tienda, dejando sola a una mujer que solo ansía con volver a ver a su hija.

 

Ryan

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Ryan Shaver

«Todo comenzó porque yo me sentía perdida. Necesitaba una dirección. Cualquier dirección. Y, a veces, tomas cualquier salida que encuentras».

Comienza una escena. Hannah se encuentra en una feria que ha organizado su instituto sobre carreras universitarias. Deambula entre los distintos stants, hasta que se detiene en uno que le llama mucho la atención: un pequeño espacio para la poesía. Hay un hombre sentado con un libro. El hombre es de pelo negro, con barba, y bastante joven.

-¿Qué futuro está vendiendo?-. Pregunta con curiosidad.

-Te dejaré adivinar-.

-Pone poesía en ese cartel, pero por tus pintas… deduzco que bibliotecario-. Dice Hannah con una sonrisa.

-Sí-.

-No pareces uno-.

-Lo sé, cuando se escucha «bibliotecario», se piensa en alguien mayor-. Le dice el joven.

-Sin ofender, ¿pero no es una «industria» un tanto moribunda?-.

-Bueno…-.

-Aparte de libros, ¿qué ofrece una biblioteca?-. Pregunta Hannah con curiosidad.

-Somos un lugar donde distintas personas se pueden reunir, ¿escribes? Por tu apariencia diría que sí-.

-Sí, pero para mi misma-.

-Mira-. Le señala el letrero que ponía poesía.- Tenemos un taller de poesía. Escribimos, y el autor de las obras se queda en secreto-.

-Posiblemente no te veré de nuevo, pero gracias por la información-. Hannah se va. Y sin tenerlo planeado, Hannah asiste al día siguiente al taller.

«Quería un propósito, una razón para estar en este planeta. Pero ese grupo de poesía parecía un grupo de señores mayores. No había nadie de mi edad. Hasta que te vi, Ryan Shaver, el intelectual del instituto Liberty».

Hannah estás sentada entre los integrantes del club de poesía, nerviosa, pensando que ese no es el sitio para una chica joven como ella. Ve que Ryan está sentado detrás suya, pero no quiere hablar con él, no le conoce realmente. Ryan es un chico rubio del instituto, suele sacar buenas notas, y organiza varios eventos a lo largo del año. Sin embargo, él se acerca a donde está ella.

-Me alegra ver una cara amigable-. Le dice Ryan.

-¿Amigable?-.

-¿Familiar?-. Vuelve a preguntar Ryan.

-¿Familiar?-.

-Sí-.

-De acuerdo, pero no te acostumbres-. Responde Hannah. -Creo que esta va a ser mi primera y última vez por aquí-. Agrega.

-¿Por qué?-.

-Por la lista de Alex, participaste en ella Ryan-. Hannah le fulmina con la mirada.

-Ya estaba circulando, todos hablaban de ella-.

Sin previo aviso, el chico de barba del día anterior se da cuenta de la presencia de Hannah, y exclama con emoción:

-¡Ahí está Hannah! Creo que se quiere presentar-. Le señala con una sonrisa.

-Hola, soy Hannah, no sé mucho de poesía, pero estoy feliz de estar aquí-. Dice un tanto avergonzada. Varias personas le aplauden y le dan la bienvenida efusivamente. Aún así, Hannah piensa en dejar el taller.

Cambiamos de escena. Hannah está en la tienda de sus padres. Empieza a charlar sobre dejar el taller de poesía con su madre, pero se ve interrumpida por la aparición de Ryan en la tienda.

-¿¡Qué haces aquí!? La tienda va a cerrar-. Le espeta Hannah.

-Tranquila, tengo algo para ti. Una ofrenda de paz. Tómalo, tus pensamientos merecen un lugar donde vivir-. De su mochila saca un diario, y se lo entrega en el acto.

-Vaya, haces una imitación muy buena de una persona que piensa y sienta-. Le dice sarcásticamente.

-Hannah… los siento. Cuando participé en la lista de Alex, no quería hacerte sentir mal-.

-Ya-. Hannah lo observa.

-Soy un gay poca cosa que escribe poesía-.

-Ya lo sé-. Hannah  se ríe.

-Espero que vuelvas-. Le dice Ryan con una sonrisa.

-Puede ser-.

-Bien, nos vemos-. Ryan se da media vuelta, y se dirige a la puerta.

-¡Gracias por el diario!-. Le grita Hannah cuando se va.

Al final la pequeña conversación con Ryan ha dado sus frutos, Hannah ha vuelto a ir al taller de poesía al día siguiente. Justo le está escuchando recitar su poema, realmente le está encantado. Es por eso, que le pregunta si él le puede ayudar a mejorar su escritura, Ryan acepta de buen agrado. Y es así como al cabo de unas semanas, mediante la magia de los versos, los dos se vuelven buenos amigos.

Día a día, Hannah mejora su escritura, y se anima a componer un poema de su vida más íntima. Lo recita con éxito en el taller, se ha desahogado de su realidad. Sin embargo, Hannah vuelve a confiar en la persona equivocada, y sin su consentimiento Ryan publica su poema en su revista escolar. A partir de ese momento, la chica vuelve a ser el centro de las miradas del instituto Liberty.

«¿Por qué hiciste eso Ryan? ¿Para que tu revista llegue a más personas? La gente como tú no actúa desinteresadamente. Sabías que era algo personal. Estaba desesperada porque alguien me escuche, y tú me escuchaste. Y luego hiciste de mi intimidad un espectáculo público. Abres tu corazón a una persona, y todos acaban riéndose».

Tras ese desafortunado suceso, Hannah le propone a Ryan quedar en Monets. Él acepta.

-¿Qué demonios has hecho Ryan?-. Le pregunta Hannah con ira ni bien entra a la cafetería.

-¿Qué es tan secreto que no me lo has podido decir en el instituto?-. Pregunta confundido Ryan.

-Lo sabes, ¿cómo te atreves?-.

-¿El poema? Eres muy buena escritora-.

-Eres un imbécil egoísta-. Le recrimina.

-Un día echarás la vista atrás y me lo agradecerás. Lo que escribes no puedes enseñarlo, debes vivirlo-. Le contesta con arrogancia.

-Es mi vida, no la tuya-. Dice Hannah molesta, y se va de la cafetería.

Razón número 8.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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