Una nueva enfermedad
Esta era la noticia del día:
Tras una noche de caos, un grupo de enmascarados armados con sierras, volaron en pedazos el puente. Este terrible incidente, sucedió después de obtener suministros de las personas que estaban huyendo de Berlin por la carretera. Para empeorar la situación, la necesidad de los habitantes de beber agua, ha hecho que consuman agua no potable. Los científicos de nuestro país dicen que esta agua puede producir una enfermedad con consecuencias desconocidas, debido a unas inusuales partículas que han sido detectadas hace pocos días.
Les dije a mis hijos la noticia, y ellos no dudaron en decirme que teníamos que ir hacia nuestro destino lo antes posible. Me sorprendió la actitud de mis hijos, parecía que estaban muy dispuestos a realizar nuestra particular travesía.
Así que les hice una seña a mis hijos , y empezamos a andar por la carretera hacia Potsdam. Postdam está de camino a Hannover, y nos iba a servir para descansar un poco y coger provisiones.
El camino fue bastante tranquilo hasta que nos encontramos con un señor mayor que caminaba hacia nosotros. Me dio mala espina, sobretodo porque tenía unos puntos blancos en la piel. No había visto eso nunca.
Antes de advertirles a mis hijos del señor, Susan ya se estaba acercando a su encuentro. Aquel misterioso señor, se acercaba poco a poco a Susan. Iba tambaleando, y algo le pasaba en el brazo. No paraba de rascárselo.
Tan rápido como Susan se acercó al señor, este emitió un gruñido y se abalanzó sobre mi hija. Automáticamente, saqué mi pistola y le disparé, cayéndose de espaldas al suelo.Con cuidado, me acerqué para observar al señor de cerca y para mi sorpresa, botó de la boca un líquido espumoso de un color similar al del pus.
Por lo visto, este señor tenía esa misteriosa enfermedad de la que hablaban las noticias. Nunca había visto a nadie así. Paul gritó desde unos metros que estuviésemos alerta por si aparecía otro infectado más.
Al cabo de unos minutos encontramos una ambulancia abandonada. Estaba en buen estado. Sin pensarlo subimos a ella. Una vez dentro, les dije a mis hijos que nos dirigíamos a Potsdam. Paul y Susan me miraron, e hicieron un gesto de aprobación.
Tan pronto como nos acomodamos, divisé a unos infectados que venían por detrás. Sin dudarlo, aceleré lo más rápido que pude. Al instante los perdimos de vista, y aproveché esa pequeña tranquilidad para sintonizar la radio. No había emisiones de noticas, pero si programas de música.
Cuando menos pensé, nos topamos con un letrero: ¡Bienvenidos a Potsdam! Entre canción y canción, se nos había pasado el tiempo volando. Aparentemente, no había nadie, no se escuchaba ningún ruido en la ciudad. Esperaba de corazón que no hubiese nadie.