Una cura, un científico y un desafío
Ni bien levantarme del suelo, sonó mi teléfono. Era el científico.. Al contestar, este me dijo:
-¿Ya estás en París?-.
-Si, acabo de llegar-.
-Verás Steve…es que tengo un pequeño problema-.
-¿A qué te refieres?-. Dije algo extrañado.
-Es que para entrar en mi laboratorio, necesitas una contraseña. Esta, está escrita en dos papeles. Por motivos de seguridad, solo te puedo decir que un papel está en la biblioteca ,y el otro está en la catedral-.
-¿Me puede…?-.
Sin previo aviso, se cortó la llamada y tuve el presentimiento de que me iban a matar antes de que pudiera coger los dos trozos de papel. Toda la ciudad estaba poblada de infectados, así que la misión iba a ser muy difícil.
Sin perder tiempo, metí una bala en mi pistola y salí hacia la carretera en busca de algún vehículo. Para mi fortuna, un pequeño auto me esperaba con las puertas abiertas de par en par. No lo he comentado, pero siempre he sido un sujeto con suerte.
Al sentarme, oí un ruido extraño. Observé por el retrovisor, y vi que se trataba de un grupo de infectados que se aproximaban. Para mi sorpresa, el dueño había dejado las llaves puestas, así que pisé el acelerador lo más fuerte que pude.
Me dirigí a una plaza, y por un momento pensé que ya no había peligro. Desgraciadamente, no estaba para nada en lo cierto.
En un abrir y cerrar de ojos, estaba rodeado de un montón de infectados. Sin previo aviso, se empezaron a abalanzar encima del capó. Aceleré lo más que pude, deshaciéndome de alguno de ellos. Perdí el control de mis nervios, y no presté el más mínimo segundo en preguntarme a donde me dirigía.
Mis latidos estaban a mil, un montón de veloces infectados me perseguían, al mismo tiempo que se les caía las putrefactas extremidades. Lo que me extrañó, es que estos, a diferencia de los de otras ciudades, eran rapidísimos.
Traté de tranquilizarme poniendo algo de música en la radio, y curiosamente, lo conseguí. Una vez con los nervios dominados, saqué el GPS y me di cuenta de que no estaba muy lejos de la biblioteca, algo que me alegró mucho.
Por un momento me distraje, y para mi sorpresa sentí un ruido estremecedor. ¡Me había estrellado! Mi mente se puso en blanco, pensé que estaba muerto, pero tenía que intentar salvarme. Con fuerza, abrí la puerta del vehículo, y casi de un salto me subí al techo de este. Estaba en un callejón, no tenía escapatoria… o tal vez sí.
No tenía mucho tiempo, así que observé a mi alrededor y di con algo interesante encima mía. Había una gran tubería. Sin ver si era gruesa o delgada, salté hacia esta, pero noté que un infectado me había cogido del pie.
Pensé que iba a ser el fin, pero terminé zafándome de él. Antes de que me cogiera otro, tomé impulso, y logré agarrarme del alféizar de una ventana.
Haciendo fuerza con los brazos, logré entrar por la ventana. Debido al choque me había hecho algunas heridas, pero por fin estaba a salvo. Al principio no supe donde estaba, hasta que vi un letrero que había en la habitación : «despacho del bibliotecario».