Capítulo 10 (I), Steve Watson- Versión Extendida

La biblioteca

Tras un breve momento de descanso, me puse de pie. Me dolían mucho las piernas. Al levantarme, me remangué un poco el pantalón, y  vi que tenía heridas por toda la pierna, pero aun así tenía que seguir con la misión.

Tenía que buscar la contraseña que estaba entre los libros de la biblioteca. La pregunta era: ¿en qué libro? De pronto, me acordé de que en la casa de la alcaldesa cogí un papel del científico, pero para mi desgracia no lo tenía. Me lo habían hace unas horas.

Pensé que debía haber alguna pista. No creí que el científico me había dejado sin ninguna ayuda. Me di cuenta de que la mesa que tenía al lado, tenía unos cajones,  y sin pensarlo los abrí. Al abrir el tercer cajón, encontré algo que en parte me esperaba; otra hoja del paradero del científico, igual a la de la casa de la alcaldesa. Era la pista que necesitaba.

Con cuidado, puse la hoja en la mesa y me senté con tranquilidad a observarla. Al cabo de un rato, me empecé a impacientar y saqué de mi mochila una botella de agua. Suelo beber agua en momentos en los que estoy tensos, y ese… era uno de esos momentos. Recuerdo que me falló el pulso, y se me cayó parte del agua en la hoja.

¡Mierda!, pensé yo. Parte  del agua se empezó a extenderse por la hoja, borrando lo que estaba escrito. Para mi sorpresa, apareció algo escrito en letras verdes. Sin poder contener la alegría, las leí rápidamente. Estas decían: “Música antigua.Vol.4”.

La contraseña la tenía que tener ese libro. Sin querer di un golpe a la mesa de la alegría, y un pequeño jarrón que estaba en el extremo de la mesa, se cayó haciéndose añicos.

Sorprendido contemplé como las luces se fueron en el acto. ¡No puede ser!, pensé. No sé porque, pero tuve la sensación de que el apagón tenía que haber sido provocado. La respuesta de quién lo había provocado era fácil: los infectados.

De cuclillas me acerqué al umbral de la puerta. Sabía que tenía que asegurarme de que no había nadie. Con cuidado puse la oreja en la pared, y confirmé mis sospechas. Escuché como alguien estaba caminando al otro lado de la pared.

De repente, la puerta se empezó a abrir y al instante,me escondí detrás de esta. Tratando de aguantar la respiración, observé como un infectado empezaba a dirigirse hacia la mesa. Sigilosamente, saqué mi navaja y sin que me viera, se la clavé al cuello. Se retorció, y cayó desplomado.

Lo había hecho bien, no había hecho ningún ruido. Era el momento de salir, porque si esperaba en la habitación, me terminarían encontrando. De cuclillas, salí al pasillo y noté como varias pisadas se aproximaban.

Sin pensarlo, abrí la puerta que tenía delante de mí y vi que se trataba de la biblioteca. Era enorme. No sabía como iba a conseguir la contraseña sin ser visto por los infectados. Unos ruidos me dieron la bienvenida, había tres de ellos a pocos metros de donde estaba.

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