12
Clay se levanta alterado, le sudan las manos, y su cabeza da muchas vueltas. Ha sido una mala noche. El asunto de Hannah está por llegar a su fin, y todo se sabrá en unas horas: los acusados por su suicidio, y las dos últimas cintas. Pero por un momento, deja estas preocupaciones a un lado, y decide cambiarse para irse a desayunar.
Toma café en silencio, bajo la mirada atenta de su padre. Este silencio se rompe, cuando su madre le comenta que las citaciones del juicio están al caer. Y como por arte de magia, alguien toca la puerta. Su madre la abre, y se trata de la policía. Le dan un sobre, y se va. Él lo sabe, debe ser su acusación.
Su madre vuelve en silencio a la cocina, y le entrega el sobre. Es su citación ante el juzgado. La recibe, y se va de su casa. En unos minutos, está sentado en una de las tantas mesas de Monets. Saca su reproductor de casetes, y se pone a escuchar la doceava cinta.
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«Aquí estamos, cinta 12. Si has llegado hasta aquí, y aún no has oído tu nombre seguro que sabes que va a venir ahora. ¿O igual no tienes ni idea? ¿Se puede estar tan enfermo? Vamos a averiguarlo. Pero antes, empecemos con el peor día de mi vida».
Ese día, Hannah perdió mucho dinero. Dinero, que era crucial para que siga funcionando el negocio de sus padres. Perdió cientos de dólares. Se sentía mal, y no pudo dormir aquella noche. Decidió dar un paseo bajo la luz de la luna.
«No fue un paseo corto. Caminé sin parar aquella noche por mi viejo barrio donde las casas eran más bonitas. Hasta llegar a la colina, donde viven los ricos. Donde vives tú, Bryce. Y desde lejos oí el ruido que salía de tu casa. La llamada de una fiesta. ¿Cómo se me ocurrió ir? Pero mis pies fueron sin pensárselo. Estaba realmente vacía».
Hannah entró a casa de Bryce. Fue saludada por las personas, y vio a Jess. Estaba con Bryce en el jacuzzi, y una palabra horrible se le pasó por la cabeza. Pensó en irse, pero no lo hizo. Se quitó la ropa, y se metió al jacuzzi también….
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Después de un rato, ya la ha acabado. Guarda el reproductor de casetes en la mochila, y le manda un mensaje a Tony. Debe verlo. Lo que ha escuchado le ha dejado sin aliento.
Al cabo de una hora, se encuentra en un aula del instituto Liberty. Está expulsado, pero su capucha ha hecho que pase inadvertido.
-Una capucha no es el mejor disfraz para Clay-. Dice bromeando Tony.
-¿La has traído?-. Tony lo mira confuso. -Lo que te pedí en el mensaje-. Agrega.
-Sí-. Saca Tony de su mochila una grabadora. Se la entrega a Clay. -¿Para qué la quieres?-.
-No puedo decírtelo ahora-.
-Quedamos en hacerlo todo juntos-. Le espeta Tony.
-Dijiste que haríamos lo que hiciese falta-. Le dice Clay.
-¿Has llegado al final de las cintas?-.
-Casi-. Responde escuetamente.
-¿Vas en la 12?-.
-Sí, la acabo de escuchar. Solo necesito un día más-. Dice Clay en tono enigmático. -¿Confías en mi Tony-.
-Sí-. Clay se pone la capucha, y sale rápido.
Es de noche, y Clay está nervioso. Hace unas horas ha escuchado la doceava cinta, y le va a ser difícil detener a la persona que nombró Hannah. Quiere que lo detengan, pero el testimonio de una chica muerta no sirve. Es por eso, que él está ahí, delante de la puerta de la casa de Bryce Walker.
Tiene muchas dudas de que su plan vaya a salir bien, pero aún así, toca el timbre. Al instante le abre Bryce.
-Jensen, ¿qué diablos quieres?-. Le dice sorprendido de su presencia.
-Me preguntaba… si me podrías vender droga-. Miente.
-¿Quieres comprarme droga? ¿A mi?-. La cara de Bryce es un poema.
-Sí-. Afirma.
-Pasa Clay. ¿Te la confiscaron el otro día en el instituto, no?-. Clay pasa a la casa. Sin duda, es una casa de una familia rica. Se sientan cada uno en un sofá de un gran salón.
-¿Te enteraste?-.
-Todos nos enteramos. Cuando alguien ejemplar como tú se corrompe… es un notición-.
-Interesante…-.
-Escucha, te doy porque tengo algo… pero no soy traficante-. Le dice mientras saca una caja del mueble donde está el televisor.
-¿Las guardas en el salón?-.
-Sí, mis padres están en Ibiza-. Dice. -¿Qué quieres? ¿Un octavo?-.
-Un octavo-. Responde sin saber lo que acaba de pedir. Está por otras razones.
-No sabía que eras un fumeta-.
-Bueno, sí. No se sabe de la vida de otros-. Le responde serio.
Clay se levanta de su sofá, y se dirige a las grandes ventanales que tiene delante suya. Desde ahí, contempla la gran piscina de la casa de Bryce.
-¿Harás grandes fiestas allí, no?-. Le pregunta. Sus ojos se quedan clavados por un segundo en el jacuzzi que está al final de todo.
-De leyenda-.
-Sí, parece un sitio ideal para fiestas. Voy a coger el dinero-. Se da media vuelta, y vuelve al sofá.
-Son 40 pavos-. Clay coge el dinero de la mochila, pero también enciende la grabadora. -¿Sabes que? No me pagues nada. Tráeme algo la siguiente fiesta y ya-.
-Muy cordial Bryce-. Le hierbe la sangre por dentro, pero se controla. -Hannah me habló de lo que le pasó en una fiesta aquí-.
-Hannah. Vaya lío lo que ocurrió-. Dice Bryce con arrogancia.
-¿Tuviste sexo con ella, no?-. Le pregunta sin rodeos.
-Sí-.
-¿Ella quería?-. Le vuelve a preguntar Clay.
-Supongo que sí… Hannah y yo, tuvimos algo no muy serio-. Contesta despreocupado Bryce.
-La violaste-.
-¿Qué?-.
-Tú la violaste. Tú violaste a Hannah Baker-. Clay está furioso, sabe que Bryce lo hizo.
-Hey, no hables de lo que no sabes-. Bryce se levanta de su sofá, y se dirige a la puerta. -Lárgate-. Le dice malhumorado.
-Necesito que reconozcas lo que hiciste. Una semana antes de quitarse la vida, ¡tú la violaste!-. Grita Clay histérico. Bryce lo mira inexpresivo.
-Vino a mi fiesta. Se metió al jacuzzi conmigo. Con ropa interior, y me lanzó miradas. Se que debe ser difícil para ti… pero tu amiga Hannah no era pura y limpia-. Clay no puede más, y le da un puñetazo. -¿Por qué Clay?-. Bryce le devuelve el golpe, y lo tumba en el suelo. Una vez allí, le propicia unas cuantas patadas.
Clay siente como la sangre le corre por la cara, y nota que es incapaz de levantarse. Se queda tirado, hasta que el mismo Bryce le ayuda a ponerse en pie. Bryce le conduce hasta el sofá, y le pasa un paño para secarse las heridas.
-¿No quería ponerme así, de acuerdo? ¡Eres una fiera Jensen!-. Le dice con una extraña admiración. Con la poca fuerza que le queda, Clay acerca su mochila lo más que puede a Bryce. El dueño de la casa saca un Whisky, y lo sirve en dos copas. Le entrega una a Clay.
-¡Salud!-.
-Salud-. Responde Clay. -Osea, ella quería. Se metió contigo en el jacuzzi, y ella quería-. Dice mientras se seca una herida.
-Sí-.
-Pero no te lo dijo-. Concluye.
-No. No hacía falta, las chicas no se andan con juegos-.
-Dijo que quería tener sexo-.
-No dijo que no-.
-¿Entonces, la violaste?-. Mira de reojo a la grabadora.
-¿Por qué te importa tanto?-. Pregunta extrañado Bryce.
-Necesito oír lo que digas. ¿Violaste a Hannah Baker?-. Se esfuerza en preguntarlo lo más alto y claro que puede.
-Caray Clay. Si quieres llamarlo así, llámalo así. Es igual-. Clay da un sorbo. Se incorpora, y se despide de Bryce.
Una vez fuera, coge su bicicleta, y empieza a pedalear hacia su casa. Grita, grita de emoción. Por primera vez, sabe que se va ha hacer justicia. Tiene lo que buscaba… porque no sirve la palabra de una chica muerta.