Falta poco para el destino
Tengo que admitir que Carcasona era realmente impresionante. Tenía ante mis ojos una ciudad rodeada de murallas, de las más bonitas de la época medieval. Por seguridad, bajé del vehículo unos cien metros antes de llegar a la entrada.
Me puse la capucha para evitar que alguien me reconozca ,y al cabo de unos minutos, estaba en la entrada de aquella magnífica ciudad. Ni bien puse un pie en la ciudad, y escuché un ruido extraño. Sin dudarlo, me escondí detrás de un cubo de basura.
Poco a poco empecé a asomar la cabeza para ver que pasaba. Para mi sorpresa, vi como un coche de lujo se estacionaba muy cerca de donde estaba. De este, salieron dos hombres elegantemente vestidos.
Uno era bastante alto, musculoso y calvo; y el otro era muy alto también, y llevaba una gorra. Este último, mediría unos dos metros. Me fijé que estaban armados. La posibilidad de enfrentarme a ellos quedó descartada en el acto.
De pronto, el hombre calvo le hizo una seña a su compinche, para que le preste atención. Una vez habiendo conseguido lo que quería, dijo:
-¿Tú sabes lo de Steve Watson?-.
Su compinche, extrañado respondió:
-¿No será un empleado de mi aerolínea?-.
-Por supuesto que no. Según las noticias, sabe como curar la enfermedad que hemos creado-.
-¿Chris, de verdad crees en lo que dicen las noticias? No dicen mas que tonterías-,
-Tienes razón. Aún así, que yo sepa, él nunca ha estado aquí. Igual podría venir para coger una muestra de la enfermedad o algo así. Pondré en aviso a los guardias-.
Por lo visto, esos hombres eran miembros de la organización secreta de la que tanto decía Johan Crown. Me aseguré de que los hombres se habían ido, y llamé al científico:
-Hola genio, ya estoy en Carcasona-.
-Bien, según me he informado, el virus viene casi seguramente de una gran mansión que se consideraba abandona-. Dijo apresurado.
-¿Y dónde se supone que está?-.
-Está al final de la calle principal-.
-Gracias, voy para allá-. Colgué con rapidez.
La verdad es que estaba muy nervioso. Sabía que para mi bien o para mi mal, todo se iba a resolver en las próximas horas. Tenía que seguir andando por la calle principal, pero tenía el presentimiento de que iba a estar vigilada.
Di un pequeño vistazo a donde estaba, y divisé una calle paralela. Pensé, que no debía de estar tan vigilada; así que me dirigí a esta. Por seguridad, puse en la pistola del científico un poco de cura de grado uno. Ya había tenido suficiente con los infectados.
Empecé a andar por la calle paralela, cuando algo extraño ocurrió. Sin el más mínimo aviso, las farolas de la calle se encendieron; al mismo tiempo que escuché varios disparos detrás de mí, ¿todo había sido una trampa?, pensé.