Capítulo 18 (II), Steve Watson- Versión Extendida

Corrí desesperado a lo largo de la calle en busca de un taxi. Tardé como unos diez minutos, pero al final logré subirme a uno. A diferencia de Alemania, los taxis en Portugal estaban algo menos cuidados, cosa que obviamente no me importó lo más mínimo.

Rápidamente, el conductor me preguntó:
-¿Irás al aeropuerto verdad?-.
Me había leído el pensamiento. Esto me sorprendió bastante. Pensé por un momento en la posibilidad de que trabajase para el señor Cooper, pero la descarté rotundamente.

El conductor me volvió a hablar:
-¿Me ha oído?-.
-Ah, sí, disculpe. Sí, si voy al aeropuerto-.
-De acuerdo, llegaremos en unos diez minutos-.
-Perfecto-. Respondí en el acto.

Cuando me empecé a acomodarme en el asiento, mi teléfono empezó a sonar, ¡era el científico! En el acto, contesté la llamada:
-Hola Steve-. Me dijo
-Ah, hola-.
-Supongo que estás de camino al aeropuerto-.
-¿Y eso cómo lo sabes?-.
-No te acuerdas que te dije, que tengo tu teléfono localizado en todo momento-.
-Es cierto. Entonces, ya que sabes tanto, ¿mi objetivo qué va hacer allí?-.
-Verás, he logrado acceder a las bases de datos de las aerolíneas; y he descubierto en cuál van a ir el señor Cooper y su séquito. Han comprado varios billetes en la aerolínea “blues”, para el viaje que sale a México a las once de la noche-.
-¿Cuál es el plan?-.
-No te preocupes, te lo va a decir mi ayudante-.
-¿¡Un ayudante?!-. Pregunté sorprendido.
-Sí, te estará esperando en la cafetería del aeropuerto, y no te preocupes, lo vas a reconocer-.
Como es habitual en él, la llamada se cortó sin previo aviso.

Ni bien se cortó la llamada, el conductor me preguntó:
-¿Es usted actor?-.
-¿Por qué lo dice?-.
-Porque eso más que una conversación, parecía el guion de una película de ciencia ficción-. Me dijo riéndose.
-Me ha descubierto, soy actor-. Mentí para evitar que me preguntase más cosas.

Pero pasó justo lo que no quería. No sé si me topé con un periodista disfrazado de taxista, porque todo el trayecto me lo pasé respondiendo preguntas de lo más aleatorias. Mi color favorito, lo que desayuno habitualmente, mi rutina, etc.

Cuando pasaron aproximadamente 30 minutos, el taxi se paró en seco. Ya habíamos llegado al aeropuerto. Pagué lo más rápido que pude para evitar contestar más preguntas, y cogí mi mochila antes de bajar del vehículo.

Al pisar el suelo, mi mente me recordó que faltaba poco para encontrarme con el señor Cooper. La verdad es que el aeropuerto era muy grande, y no tenía la más remota idea de dónde estaba la tan ansiada cafetería.

Rápidamente me topé con un plano del aeropuerto, y tras seguir las indicaciones, ya estaba enfrente del pequeño cafetín. En una mesa había un hombre que me resultaba familiar. Dudé mucho en quién era. Hasta que se dio la vuelta, y lo reconocí en el acto… ¡era Johan Crown!

Al ver a Johan me quede atónito, no lo había vuelto a ver desde que maté a la alcaldesa. Sin poder contenerme, le dije:

-¿¡Johan, qué estás haciendo aquí?!-.

-Soy el que te va a ayudar en el avión, el científico se puso en contacto conmigo hace unas semanas-.

-¡Genial! ¿Por cierto, qué ha pasado desde que nos vimos por última vez? Tengo mucha curiosidad-.

-El mayordomo fue asesinado al poco tiempo de que te fuiste de la mansión-.

Por un momento se me hizo un nudo en la garganta. Johan siguió:

-La otra noticia es que tus hijos están en México con mi esposa. Consideré que era lo más seguro para todos-.

-Gracias Johan, de verdad muchas gracias por tu ayuda-.

-Bueno, creo que tenemos que ir ya a dejar las maletas. En tu caso a dejar la mochila si quieres-.

-Sí, claro-.

Nos dirigimos con rapidez hacia los controles de equipaje. Teníamos que pasar nuestras pertenencias por un detector de metales, y eso iba a ser un grave problema para nosotros.Cada uno estaba armado. Pero  Johan me leyó la mente, y se acercó al encargado del aeropuerto. Le dijo algo en el oído, y  este asintió.

-Podemos irnos-. Me dijo Johan.

No tuve la mas mínima idea de lo que le había dicho, pero para mi sorpresa había funcionado a la perfección.

Ya en la sala de espera, Johan sacó su reloj, observó la hora, y me preguntó:

-¿Ya estás listo?-.

-Si claro. ¿Por qué lo dices?-.

-Porque nuestro vuelo sale en una hora-.

Mi corazón empezó a latir tempestuosamente. Recordé que una vez dentro del avión, no iba a haber marcha atrás. Me iba a enfrentar al señor Cooper, sí, o sí.

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