Una trampa aérea
Nervioso, empecé a pensar en lo que me iba a esperar en el avión, y sin poder aguantarlo más, le dije a Johan:
-¿Tienes algún plan?-.
-No es que sea muy elaborado, pero sí. A la mínima oportunidad, disparamos. ¿De acuerdo?-.
-De acuerdo-. Dije yo poco convencido.
Recuerdo que Johan no dejaba de chatear con su teléfono. Seguramente él también estaba muy nervioso. A los 10 minutos, se escuchó una voz en todo el aeropuerto:
-El vuelo a México va a salir en quince minutos, se ruega a los viajeros que vayan subiendo al avión-. Noté como un frío me recorría toda la espalada. Ya era el momento.
Rápidamente nos pusimos de pie, y sin decirnos ninguna palabra; nos fuimos dirigiendo hacia el avión. Cuando nos fuimos acercando, noté que Johan se había detenido en seco. Giré, y me percaté de que estaba mirando algo. Al ver hacia dónde miraba, pude observar al señor Cooper rodeado de varios de sus compinches.
Para nuestra desgracia, el señor Cooper no iba a estar solo en el avión. La cosa se iba a poner bastante difícil. Johan se acercó a mi oído, y me susurró:
-Steve, no olvides lo que te dije-.
Asentí, al mismo tiempo en el que estábamos subiendo al avión.
Una vez dentro, le pregunté :
-¿Dónde me siento yo?-.
-Tú te sientas en el asiento 28, justo detrás de mí. Cuando grite “ya”, tú sacas la pistola y, que empiece la acción-.
-De acuerdo-. Respondí.
Con tranquilidad me senté en el asiento. Tengo que admitir que eran bastante cómodos, más tratándose de que viajábamos en primera clase; algo que solo había hecho pocas veces en mi vida. E irónicamente, volví a hacerlo en aquella situación.
Al rato, un hombre que llevaba unas gafas oscuras se sentó a mi lado. Era alto, rubio, y aparentemente bastante fuerte. Por un momento empecé a pensar que el hombre era aliado del señor Cooper. Pero haciendo memoria, no me sonaba su rostro.
Como siempre, antes de despegar nos dieron una serie de indicaciones y una bolsa de mareo por cada pasajero. Sin previo aviso, el avión despegó rumbo a tierras Mexicanas, y tuve el presentimiento de que las siguientes horas de viaje, iban a ser muy agitadas.
Ya íbamos más de dos horas de viaje, y empecé a tener la sensación de que Johan se había olvidado del plan. Por mi mente se vino la idea de abandonar la misión. La idea de seguir con una vida normal era muy tentadora.
Para despejar un poco la mente, saqué mi teléfono del bolsillo. No tenía cobertura en ese momento, pero eso no me impedía navegar en Internet y poder revisar mi correo. El wi-fi del avión era muy bueno.
Y eso hice. Tras revisar el correo y ver unas páginas de ajedrez, me puse a ver el muro de Facebook. Todo normal hasta aquí, pero hubo algo que hizo el hombre que tenía al lado, que me llamó la atención. Me di cuenta de que estaba viendo lo que hacía en mi teléfono en todo momento. Lo ignoré, y seguí a lo mío.
Pero de pronto, el movimiento brusco que hizo el hombre, me sacó de mis pensamientos. Se había dado la vuelta, y estaba hablando con un hombre que iba totalmente vestido de negro.
Tuve muy mal presentimiento, pero no le di mayor importancia. Así que, cogí una manta para dormir un rato, y cuando me iba a tapar, el hombre que tenía al lado se me quedó mirando, y me preguntó:
-Caballero, le… ¿importa decirme cómo se llama?-.
-Eeeh…-. Dudé un momento.
-¿Por casualidad, no es usted un tal Steve Watson?-.
La pregunta me dejó perplejo, pero me contuve y logré mentir:
-No, yo me llamo Paul Gómez-.
-No…¡Mientas!-.
El desconocido sacó con suma velocidad una pistola de su bolsillo, y me la puso a la altura de la cien. ¡Mierda! Por lo viso era un aliado del señor Cooper. Lo que no supe en aquel momento, era como había averiguado quién era. Hasta que recordé que me había estado mirando el teléfono.
El hombre me empezó a estrangular, y sin poder contenerse gritó por todo el avión:
-¡Lo tengo, lo tengo!-.
Sus brazos me estaban haciendo mucho daño, pero para mi sorpresa un ruido de un disparo sonó, y el hombre se soltó de mí.
Nervioso, observé al hombre que tenía al lado, y me dí cuenta de que no le habían disparado, sino que estaba atento a alguien que estaba en el pasillo del avión.
Al principio se escuchó la voz de un hombre, hasta que sonó un disparo y el avión se quedó en silencio. Como si fuese una película de terror, una voz fría emergió:
-Señores pasajeros, aquí hay un hombre…se llama Steve Watson. Si se entrega en este mismo momento no habrá más heridos, de lo contrario, mis hombres y yo iremos matando uno por uno a todos los malditos pasajeros que están ahora. Hasta que me quede a solas con…Steve. ¿Tenías muchas de verme, eh Steve?-.
Era la voz del señor Cooper. Al segundo, escuché la voz de Johan:
-¡Steve, es el momento de actuar!-.
Con rapidez, empujé al suelo del avión al hombre que tenía al lado, le quité la pistola que tenía en las manos, y le disparé en la cabeza matándolo en el acto.
Los pasajeros que estaban detrás de mí, se levantaron, y se me abalanzaron encima. Tan fuerte lo hicieron, que acabé tirado en el suelo, y me dí un duro golpe en la cabeza.
Desconcertado, me traté de poner en pie, pero uno de los aliados del señor Cooper me dio un puñetazo en la cara, dejándome inconsciente. Poco a poco, empecé a notar algo en la cara, hasta que me logré despertar.
Atónito, caí en cuenta de que estaba atado en un asiento. Una voz bastante familiar me susurró al oído:
-No intentes escapar otra vez-.
Sorprendido giré mi cabeza hacia la derecha, y vi que me hallaba cara a cara ante el señor Cooper. Estaba perdido, pensé.