Capítulo 2- Serie: El fallo de lo normal

Saltando al otro lado

Tras aquella conversación con mi padre, saqué unas cuantas conclusiones; había ocurrido algo muy extraño o, mi padre estaba loco. ¿¡Cómo era posible que no viese a un grupo de hombres que me seguían?! Por no hablar de que estaban vestidos de negro, algo que no se me pasaría de largo; ni de lejos.

Pero, esa conversación fue el motivo de que me empeñase tanto en encontrar la respuesta a todo lo que me estaba pasando. Recuerdo perfectamente que al día siguiente, me pasó algo que me cambió la vida.

Como cualquier otro día, me dirigí a la universidad. Yo no tenía vehículo propio, por lo que me veía obligado a coger el bus, que paraba a unas cuantas calles de mi casa. Me dirigí a la parada, y me senté a esperar.

Al cabo de unos pocos minutos llegó, pero algo me llamó la atención. Había un hombre que me estaba observando desde la ventana y…¡estaba con un traje negro! Por un momento recuerdo esa sensación; fue como una mezcla entre pánico y euforia.

Casi corriendo, entre al bus; pero como me lo esperaba…el hombre ya no estaba. Sin embargo, durante el trayecto hacia la universidad; pasó algo realmente curioso. Me sentí observado todo el tiempo, no supe a que se debía y empecé a barajar la posibilidad de que me había vuelto loco.

Pasaron las horas, y la mañana pasó como siempre. Las aburridas clases de historia, los exámenes sorpresas de matemáticas y las clases al final del día, en el aula de las computadoras. Y es aquí, en el momento menos esperado; donde ocurrió algo impensable.

Tras unos minutos haciendo unos trabajos en la computadora, se me pasó por la cabeza una idea algo “extraña”. Me aseguré que nadie me viese, y busqué “misteriosos hombres de negro”; y algo que me llamó la atención ocurrió.

Por un momento, sentí una sensación muy extraña; y pude ver como una sombra pasó por delante de mis narices. Lo siguiente que ocurrió, fue la gota que colmó el vaso de mi curiosidad. Un archivo se había descargado sin que yo me diese cuenta.

Ahora que lo pienso, creo que no debí abrir nunca el archivo. Y como ya les dije: la curiosidad mató al gato, y por desgracia yo era este. Sólo se trataba de un anzuelo; pero un anzuelo en el que yo piqué de lleno.

Como lo pueden intuír, yo abrí el archivo; y lo que vi, me dejó con la boca abierta. Una sensación muy gélida me recorrió el cuerpo, se me entumecieron los brazos; y por poco pegué un chillido. Era un archivo de texto; el título era: “No seas tonto, pásate a la realidad”.

Mi mano se empezó a mover sola, ya no era capaz de poner atención a lo que hacía. Sin poder evitarlo, copié el archivo en mi USB y salí muy rápido hacia mi casa. De hecho, la clase había terminado hace unos veinte minutos.

Pero como ya comenté, empezaron a pasar cosas muy raras; y para mi sorpresa no había nadie en casa. Tenía el momento ideal para leer tranquilamente el archivo. Encendí computadora, puse el USB y abrí el archivo.

Este decía lo siguiente:

“No seas tonto, pásate a ver por un momento la realidad. Ya nos hemos visto varias veces, anda; no seas tan tonto… Y si te preguntabas de todo lo que te ha ocurrido en estos días; te lo respondo muy fácil. Nosotros controlamos lo que has visto, no es casualidad. Estás dentro de un gran sistema chico, y sabemos que tu ya lo intuyes desde que has sido muy joven. La pregunta, ¿como encontrarnos? Simple.

Tienes que dirigirte a una zona en la que haya edificios muy altos; como el hotel que está próximo a tu casa. No te preocupes, cuando tu vayas estarás completamente sólo, no va a haber nadie que te impida llegar a tu objetivo. Una vez dentro, tienes que coger el ascensor y marcar la siguiente secuencia: 3-5-8-1-2-6-1 Cuando lo hagas, pasarás a la realidad. Espero que nos veamos pronto”.

Y es aquí, donde me empecé a convencer para hacerlo. Días enteros planeando el asalto “al otro lado”, ¿será peligroso? Me preguntaba todas las noches en mi habitación. Y lo más importante: ¿era todo aquello real? Fuese o no, mi curiosidad me arrastró hacia aquel sitio.

Un tal 28 de diciembre del año 2019, me decidí a realizar lo que ponía aquel archivo. Recuerdo con claridad que eran las once de la noche, llevaba una mochila con algunos utensilios y tenía unos nervios fuera de lo normal. Intuía en lo que me iba a meter.

Tal como lo había leído, las puertas del edificio estaban abiertas de par en par. Y como ya estaba avisado, se encontraba completamente vacío. Sin ningún tipo de seguridad, “incitándome” a entrar. Todo estaba listo.

Me sudaban las manos de la tensión, me dirigí a la entrada del edificio; pasé sus puertas y sentí aquel extraño frío. Todo estaba oscuro en la entrada, sin embargo había algo que emitía luz al final de la larga estancia.

Seguí el resplandor, y al cabo de unos minutos me encontré cara a cara; con el ascensor principal. Como por arte de magia, estaba abierto. Esperando a ser utilizado. “No me falles Dios”, dije en ese momento, pulse la secuencia; ya no había marcha atrás.

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